Desde que el Giro de Italia llegó por primera vez a Campo Imperatore en 1971, con el éxito del español Vicente López-Carril y la Maglia Rosa a Ugo Colombo, el final de los Abruzos siempre se ha incluido en la primera parte del Giro de Italia, como mucho en la Etapa 9 como en 2018, y por ello a menudo ha sido el escenario de uno de los primeros cara a cara entre los hombres de la clasificación.
Al Gran Sasso d’Italia se suele llegar todavía fresco, con muchos interrogantes sobre el estado de los rivales, el deseo de ganar unos segundos pero al mismo tiempo no desvelar demasiado las cartas. Incluso en 1999, la octava etapa de la Corsa Rosa, que empezó en Pescara y terminó en un Campo Imperatore aún cubierto de nieve a pesar de finales de mayo, llegaba con estas premisas. Todas las miradas estaban puestas ese día en Marco Pantani, que había hecho historia el año anterior al ganar tanto el Giro como el Tour, y todo el mundo le esperaba en el primer final cuesta arriba real de esa edición.
Aunque se decía que aún estaba lejos de su mejor forma, la estrella de Cesenatico puso a todos a prueba con una serie de aceleraciones y progresiones en los últimos 2.500 metros de la subida, reventando a sus adversarios uno a uno, e Ivan Gotti fue el último en ceder. Pantani abrió una brecha de más de 20 segundos sobre sus rivales y se llevó la Maglia Rosa: fue el primero de sus cuatro sellos en ese Giro y el último, desgraciadamente, de su carrera.