La primera vez que el Giro d’Italia terminó en Nápoles coincidió con el bautismo deportivo de Eddy Merckx. En el Arenaccia de la ciudad partenopea, frente a miles de entusiastas aficionados napolitanos, el Caníbal ganó su primer Giro (de los cinco que obtuvo), y el primero de un ciclista belga, habiendo dominado la carrera de principio a fin. Y pensar que en vísperas de esa edición muchos se preguntaban si, además de ser grande en clásicas de un día, realmente podría ser competitivo en las Grandes Vueltas…
“Un ‘monstruo’ de 23 años -se leía en el Corriere della Sera -. Eddy Merckx está a punto de ocupar el lugar de su modelo Van Looy en el corazón de los aficionados belgas. […] Clase, orgullo, orgullo, coraje, inspiración:, estas son las cualidades más evidentes en ambos”.
Nápoles y Eddy Merckx
Mientras exaltaban al joven Merckx, los medios de comunicación atacaban a las estrellas italianas sin medias tintas, culpables, según ellos, de no haber dado suficientes problemas al belga. “Merckx es un gran campeón, pero el Giro fue un fracaso”, tituló el Corriere Sportivo, que luego explicó: “Merckx ganó, un gran campeón. Pero el 51º Giro d’Italia terminó siendo un fracaso: aplastado demasiado pronto por la superioridad del belga, vuelto monótono por la resignación supina de los “grandes” italianos, incapaces de encontrar nuevo rumbo después de Lavaredo (donde tuvo lugar una gran hazaña de Merckx, NdR.), una etapa capaz de exaltar a las multitudes y revolucionar la clasificación. El Giro estaba mal pensado porque la etapa decisiva, la de las Tre Cime, estaba a mitad de carrera. Desde ese día, el Giro no ha tenido historia. El control antidopaje ha adquirido carácter cómico, ridíciulo: sabemos de corredores que han adoptado atrevidas artimañas para defraudar a los controladores. El comportamiento de nuestros ases italianos terminó por indignar a las multitudes: nunca un intento de rebelarse contra el dominio de Merckx, nunca un arranque orgulloso, nunca un ataque convencido. Por todo esto el Giro resultó ser un fracaso”.
Detrás de Merckx terminaron su compañero de equipo Vittorio Adorni, abucheado e insultado por la afición porque había “ayudado al extranjero”, y Felice Gimondi. La última etapa en Nápoles, con la gran final en el Arenaccia, fue ganada por otro de los compatriotas de Merckx, Guido Reybrouck.
Aquel Giro tan discutido cobró aún más tintes ‘noir’ cuando, a pocos días del final, la organización anunció la descalificación por dopaje de 9 corredores que dieron positivo en diferentes etapas del Giro. Entre ellos se encontraban Gianni Motta, Franco Balmamion y Felice Gimondi, aunque más tarde se demostró que este último no había tomado anfetamina sino fencamfamina, un estimulante todavía no prohibido por las normas de aquel entonces, por lo que pudo reincorporarse al pelotón y subirse finalmente al cajón de Nápoles.