El Giro d’Italia 2017 es histórico no solo por haber sido la edición número 100 de la Corsa Rosa, sino también porque pocos se recuerdan tan equilibrados y abiertos hasta el último metro. La etapa Pordenone – Asiago, de 190 km, fue la penúltima antes de la contrarreloj final en Milán. Nairo Quintana vestía la Maglia Rosa, pero estaba en la inusual situación de tener que atacar igualmente, ya que a pocos segundos tenía a un gran especialista en la lucha contra el crono como Tom Dumoulin. 

El holandés había sido el gran protagonista de ese Giro, con dos victorias de etapa y nueve días de Maglia Rosa, antes de las dificultades de la última semana con el célebre problema fisiológico en el pie del Umbrail Pass y la pequeña crisis subiendo a Piancavallo. Así, la última gran prueba para él, tras haber perdido el rosa en favor de Quintana, fue la etapa de Asiago, que incluía también la subida al Monte Grappa. 

El error de los favoritos fue, quizás, no haber intentado atacarlo ya en el coloso del Grappa, esperando en cambio a la última subida hacia el altiplano de Asiago y confiando en que la ‘Mariposa de Maastricht’ mostrara las mismas debilidades del día anterior. No fue así, porque Dumoulin logró contener muy bien los ataques, sobre todo de Vincenzo Nibali, Quintana y Thibaut Pinot, y al final solo cedió 15 segundos. Con las energías al límite, nadie logró marcar la diferencia —un rasgo característico de toda esa edición del Giro— y la etapa del altiplano de Asiago se resolvió en un sprint entre cinco corredores, donde Pinot logró imponerse por delante de Ilnur Zakarin, Nibali, Domenico Pozzovivo y Quintana. Para el querido escalador francés fue su primera y única victoria en el Giro, aunque no le bastaría para subir al podio final de Milán. 

La contrarreloj final partiría con seis corredores separados por apenas 1’30”, pero al final solo uno celebraría: Dumoulin, que como era de esperar sacó importantes diferencias a todos sus rivales y ganó el Giro con 31” sobre Quintana, 40” con Nibali y 1’17” sobre Pinot.