Hay un récord del que todavía puede presumir el Giro d’Italia de 1973 y, con toda probabilidad, lo seguirá haciendo durante muchos años más. Ese año la carrera se desarrolló bajo el ‘manto’ protector de la Comunidad Europea. Partió de Verviers, Bélgica (en la ceremonia de salida participó la princesa Paola de Lieja), y regresó a Italia –a través del Valle de Aosta- después de 5 etapas en línea en las que se atravesaron Países Bajos, Alemania Occidental, Luxemburgo, Francia y Suiza. 7 países europeos franqueados en un solo Giro de Italia, un récord difícil de alcanzar.
Tras alcanzar Ginebra (Suiza) en esas etapas por el extranjero, la ruta del Giro accedió a Italia a través del Mont Blanc, el túnel de carretera más largo de la época. La escolta policial del Giro, hasta ese regreso a Italia, estuvo formada por patrullas de los países invlucrados, que colaboraban con un espíritu comunitario europeo. En Aosta, con una significativa ceremonia, se disolvió dicha escolta europea. Las autoridades aduaneras mostraron una gran comprensión, anticipando una práctica que se convertiría en realidad jurídica después de treinta años.
Si hoy en día siempre hay alguien que incomprensiblemente desprecia las salidas desde el extranjero, en su momento esta macro-operación que involucró a otros seis países fue mayoritariamente aplaudida, porque confirmó la grandeza e importancia del producto del Giro, que exportaba las costumbres y tradiciones italianas.
“El ciclismo internacional se sumerge en una nueva dimensión -leemos en las crónicas de la época-. Esto es gracias al Giro d’Italia, al que Torriani (patrón del Giro, NdR) le ha dado un rostro europeo, haciéndolo partir desde Bélgica y llevándolo durante cuatro días a dar un paseo por Europa antes de canalizarlo por las carreteras italianas. Aquí, en Verviers, una ciudad de las Ardenas de treinta y cinco mil habitantes, la carrera está a punto de comenzar. El ambiente es el de un evento auténtico. En todas partes se ven banderas ‘tricolori’ y carteles en italiano: en los escaparates, productos exclusivamente italianos; en las calles, en los bares, la xenofilia se ha apoderado de los belgas esta vez. Son ellos los que intentan hablar italiano a toda costa, no los italianos quienes tratan de hablar francés”.
Para los belgas era solo el comienzo de una fiesta que duraría tres semanas, ya que los flamencos dominarían a lo largo y ancho de ese Giro, ganando 13 etapas (por 5 italianas) y celebrando la cuarta Maglia Rosa del caníbal, Eddy Merckx.
