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    Retención en Colombia

    19/05/2023

    El día de hoy ha sido una espera continua. Esta mañana, las condiciones meteorológicas llevaron a los pilotos a solicitar un acortamiento de la etapa, lo que consiguieron, por lo que tuvimos que esperar hasta las 15.00 horas para que la etapa empezara realmente. Luego, tras un inicio bastante explosivo en la Croix de Coeur, esperamos impacientes la subida a Crans-Montana para ver cómo se resolvían las cosas entre los escapados, Thibaut Pinot (Groupama-FDJ), Einer Rubio (Movistar), Valentin Paret-Peintre (AG2R Citroën), Derek Gee (Israel-Premier Tech) y Jefferson Cepeda (EF Education-EasyPost), y en el grupo de favoritos, de los que por fin se esperaba que dieran alguna señal en la subida.

    Por delante, pese a la impaciencia del gruñón Pinot, hubo que esperar hasta los últimos metros para entender el epílogo, como siempre imprevisible y demoledor cuando hay transalpinos de por medio. En el pelotón, sin embargo, hay que admitir que la espera fue en vano, ya que Primož Roglič (Jumbo-Visma) decidió que dejar la maglia rosa sobre los hombros de Geraint Thomas unos días más podía ser una sabia idea, para arañar también mentalmente a su rival antes de intentarlo en la carretera.

    En definitiva, una situación de tablas, como la que se produjo en el final de la etapa de hoy hacia Crans-Montana, cuando Pinot, Cepeda y Rubio, a pesar de los continuos sprints del primero y del segundo, acabaron volviendo siempre al punto de partida, es decir, con su rival a rueda. Pinot atacó al menos cinco veces en la subida, pero siempre encontró una pronta respuesta de Cepeda que, con su ritmo, siempre conseguía remontar a su adversario.

    Cuanto más se ponía Cepeda a su rueda, más se exasperaba el emocionado Pinot e intentaba atacar de nuevo sin ningún sentido lógico real. En Crans-Montana se vio toda la esencia del francés, aquello que le convierte en uno de los corredores más queridos del pelotón: un corredor muy fuerte, quizá demasiado a menudo presa de sus sentimientos e instintos. Así, mientras Pinot y Cepeda se destrozaban mutuamente -incluso el ecuatoriano intentó un par de ataques que fueron frenados por Pinot-, Rubio era un observador privilegiado.

    Entre escaramuza y escaramuza, el colombiano se pegó siempre a sus adversarios, que no contaban mucho con él, convencidos de que se trataba de un asunto entre ellos dos. El corredor del Movistar lo consiguió: sólo necesitó los 200 metros finales para pasar a ambos y llevarse a casa su primer éxito en el Giro de Italia, dejando a Pinot desesperado, presa de sus segundos pensamientos sobre lo que podría haber sido y, de nuevo, no fue.

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