Los dos años anteriores habían disipado definitivamente cualquier duda sobre el hecho de que Eddy Merckx, además de ser un corredor polifacético y fenomenal en las clásicas, también era fortísimo en las Grandes Vueltas. Con un Giro y un Tour de Francia ya en su palmarés, Merckx se presentó en el Giro d’Italia de 1970 con el estatus de gran favorito, por delante de un grupo de italianos listos para aprovechar cualquier momento de debilidad del ya entonces denominado “Caníbal”.
Para sorpresa general, el belga mostró algunas dificultades ya en la Etapa 6 de aquella edición, con final en Malcesine, perdiendo contacto y cediendo más de un minuto respecto a los favoritos en el Croce Domini, aunque logró recuperar terreno en la bajada y el falso llano, aprovechando la falta de voluntad de sus rivales para hacer daño. Así, la Etapa 7 —Malcesine – Brentonico, de 130 km, con la exigente Cima Polsa en el tramo final— se presentaba como la ocasión ideal para comprobar el verdadero estado de forma de Merckx, que ese año ya había ganado París-Niza, Gante-Wevelgem, París-Roubaix y Flecha Valona.
Pues bien: quien esperaba un hundimiento se llevó una gran decepción, porque Merckx no solo no cedió terreno, sino que en el tramo de tierra de la subida a Cima Polsa atacó en primera persona y se marchó en solitario, levantando una nube de polvo a su rueda que rápidamente se volvió inalcanzable para sus adversarios, probablemente arrepentidos de no haberlo atacado el día anterior. A pesar de un pinchazo en el descenso, Merckx ganó con 12 segundos sobre Martin Vandenbossche y 44 sobre su compañero de equipo Italo Zilioli, volviendo a vestir la Maglia Rosa tras haberla conquistado en 1968 y durante algunas jornadas en 1969 (antes de su descalificación).
El belga ya no soltaría más la Maglia Rosa, ganando dos días después también la contrarreloj de Treviso y gestionando sin problemas la segunda mitad del Giro. En Bolzano, gran final de aquella edición, Merckx celebraría su segundo Giro de Italia, de los cinco que acabaron en su palmarés.
