Etapa 10: L'Aquila - Foligno. Un carrusel de divagaciones
Quién sabe si alguno de Federico Fellini, Tullio Pinelli o, más probablemente, Ennio Flaiano, nacido y criado en los Abruzos, se encontraba entre los afortunados espectadores que, a finales de la primavera de 1954, vieron cómo se desarrollaba la historia del ciclismo en la meta de L’Aquila. No tanto, o mejor dicho, no sólo porque los tres habrían sido testigos de la victoria más importante de la carrera de Carlo Clerici, italiano de nacimiento pero suizo de adopción debido al confinamiento fascista sufrido por su padre, que parece la biografía de un personaje de una trama escrita por ellos. Pero porque habrían sido espectadores de uno de esos raros momentos en la historia de un deporte en el que un único acontecimiento, en este caso una escapada victoriosa de tres hombres a lo largo de los 224 kilómetros que separan Nápoles de L’Aquila, determina la historia que se contará de ese deporte en las décadas siguientes.
Porque ese día se utilizó por primera vez una expresión que describiría para siempre los momentos del ciclismo en los que una escapada, nacida sin ningún clamor ni esperanza particular, en parte por azar, en parte por aburrimiento, acumula tal ventaja sobre los favoritos en la meta que da un vuelco al destino de la clasificación, desbaratando los pronósticos y llamando a la palestra a protagonistas insospechados (porque Clerici, al final, también ganó ese Giro). En resumen, una escapada sorprendente, que se robó el espectáculo como un paquete bien pensado: una escapada fallida. Tal vez fue sólo una casualidad que, menos de doce meses después de la victoria de Clerici, Fellini, Pinelli y Flaiano escribieran el guión de una película titulada Il bidone (La papelera), al igual que fue una casualidad que los espectadores de aquel Giro de 1954, molestos por la pasividad de los favoritos tras aquella etapa de L’Aquila, desplegaran en los Dolomitas la pancarta “¡Forza vitelloni!”, una película obviamente escrita por los tres de siempre.