El verano pasado, el inicio del Tour de Francia desde Italia fue una celebración extraordinaria. Lo mismo ocurrió en 1998, cuando el Giro d’Italia partió desde Francia, concretamente desde Niza, con un prólogo de 7 km que le dio al favorito Alex Zülle la primera Maglia Rosa. La ciudad de la Costa Azul también acogió el inicio de la Etapa 1, que llevó a los corredores de vuelta a Italia, con llegada en Cuneo.
La edición de 1998 fue especial porque el Giro d‘Italia volvió a ser transmitido por la RAI después de 5 años de emisión exclusiva, y en cierto modo revolucionaria, de Mediaset, a través de Italia 1 y Rete 4. En un acuerdo entre instituciones de las provincias de Niza, Cuneo e Imperia, el Giro aceptó la invitación de las mismas de iniciar la carrera con un prólogo en el famoso “Paseo de los Ingleses“ (Promenade des Anglais) de la capital de la Riviera francesa. Tras una espléndida velada en la Acrópolis como arranque de los actos previos de la carrera, los equipos celebraron su presentación en el auditorio Apollon, un espectáculo en el que estuvieron implicados artistas del Casino Municipal.
Fue también esta salida una oportunidad para rendir homenaje a uno de los grandes pioneros del ciclismo italiano, Alfredo Binda, el décimo de catorce hijos de un pequeño constructor, que se trasladó a Niza inmediatamente después de la Gran Guerra, con su hermano mayor Piero, para trabajar como yesero de un tío materno. Fue en Niza donde Alfredo comenzó su actividad ciclista, demostrando de inmediato que poseía un talento extraordinario. Permaneció en Francia hasta 1924, cuando ya había ganado 30 carreras, antes de regresar a Italia. Su historia con el Giro la componen 5 victorias finales y 41 triunfos de etapa, consolidado su nombre como uno de los más grandes de la historia de la carrera. Los franceses lo apodaron “la Mona Lisa”, por su elegancia en el sillín de la bicicleta.
1998 es un año que unió a Italia y Francia también por otra razón: el histórico doblete Giro-Tour de Marco Pantani. En aquella contrarreloj de Niza se hablaba del Pirata como uno de los corredores a seguir de cara a la Maglia Rosa final, pero nunca se podría haber esperado que el mito de Pantani, un icono absoluto para los aficionados italianos aún hoy, iba a solidificarse de forma definitiva allí.